Por: Shaila León F.
Aquí
les dejo una reflexión de Cesar Mella que es un psiquiatra dominicano, una
reflexión la cual me pareció muy buena. Espero que la disfruten.
Yo me
preguntaría y plantaría la siguiente pregunta: ¿cómo eduqué o estoy educando a
mis hijos? ¿Qué valores inculco o inculqué a mis hijos?
A los
jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces en la mañana para
llevarlos a la escuela y, digo llevarlos porque no tienen que tomar el camión o
caminar larguísimas distancias para llegar a ella.
Se
levantan generalmente irritados porque se acuestan muy tarde, viendo televisión
por cable, jugando playstation, hablando o enviando mensajes por teléfono o
chateando por la Internet.
No se
ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo en nada que
tenga que ver con arreglar algo en el hogar.
Tienen
los juegos y equipos digitales más modernos del mercado, Ipod, blackberry y
computadora no pueden faltar, como tampoco el pago por su actualización. Hoy
los hijos, muchas veces sin merecerlo, presumen el celular más novedoso. El
nextel más costoso. La Lap más equipada. Nada les costó. Si se descomponen,
para eso estamos, no faltaba más, hay que pagar la reparación, a la brevedad y
sin chistar.
Idolatran
amigos y a falsos personajes de realitys de MTV. ¡Ah! pero viven encontrándole
defectos a los padres, a quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos
están pasados de moda.
Se
cierran automáticamente a quien les hable de moral, honor y buenas
costumbres, y mucho menos de religión. Lo consideran aburrido. Ya saben todo y,
lo que no ¡Lo consultan en Internet!
Nos
asombramos, porque los sicarios cobran cuotas sin trabajar por ellas, cuando a
nuestros hijos los acostumbramos a darles todo incluso su cuota semanal o
mensual sin que verdaderamente trabajen por ella, y todavía se quejan a porque
eso no me alcanza.
Si
son estudiantes, siempre inventan trabajos de equipo o paseos de campo, que lo
menos que uno sospecha, es que regresarán con un embarazo, habiendo probado
éxtasis, coca, marihuana o cuando mínimo alcoholizados.
Y
cuando les exiges lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos de ser
agradecidos te contestan, con desfachatez: yo no pedí nacer, es tu obligación
mantenerme o quien les manda andar de calientes.
Definitivamente
estamos jodidos, pues la tasa de que hagan su vida independiente se aleja cada
vez más, pues aún graduados y con trabajo, hay que seguirlos manteniendo,
pagándoles deudas, servicios y hasta los partos de sus hijos.
Con
lo anterior, me refiero a un estudio que indica que este problema es mayor en
chicos de la sociedad de clase media o media alta (o de capas medias urbanas)
que bien pudieran estar entre los 14 y los 28 años, si es correcto 28 años o
más ¿lo pueden creer? y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro
hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza.
¿Entonces
en qué estamos fallando?
Yo
sé, dirán que los tiempos y las oportunidades son diferentes, pues para los
nacidos en los años cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado era levantarse
de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que ayudar a limpiar
la casa; no se frustraban por no tener vehículo, andaban a pie a donde fuera,
siempre lustraban sus zapatos, los estudiantes no se avergonzaban de no tener
trabajos gerenciales o ejecutivos, aceptaban trabajos como limpiabotas y
repartidores de diarios.
Lo
que le pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos una famosa frase que no
dio resultado y mandó todo al diablo:
¡Yo
no quiero que mis hijos pasen, los trabajos y carencias que yo pasé!
Nuestros
hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre. Se criaron en la cultura del
desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero.
Muchos
de los nuestros hijos, a los 10 años ya habían ido a Disneyworld mínimo dos
veces, cuando nosotros a los 20 si bien nos iba conocíamos la Ciudad de México,
con su hoy vetusto y atiborrado Metro.
El
dame y el cómprame, siempre fue generosamente complacido convirtiendo a
nuestros hijos en habitantes de una pensión, con sirviente (a) y todo incluido,
que después intentamos que funcionara como hogar.
Es
alarmante el índice de divorcios que se está generando, van a la conquista de
su pareja y vuelven al hogar, sólo unos meses más tarde, divorciados porque la
cosa no funcionó; ninguno de los dos quiere servir al otro en su nueva vida.
Como nunca batallaron en la pensión con sirviente incluido, en la que se les
convirtió el hogar paterno, a las primeras carencias en el propio, avientan el
paquete y regresan a la casa para que la mamá y el papá continúen
resolviéndoles la vida.
Este
mensaje es para los que tienen hijos y que pueden todavía moldearlos,
edúquenlos con principios y responsabilidades. háganles el hábito del ser
agradecidos.
Háganles
el hábito de saber ganarse el dinero con honestidad, la comida, la ropa, el
costo de la estancia en la casa en la cual no aportan para el pago de
servicios. Háganles saber lo que cuesta cada plato de comida, cada recibo de
luz, agua, renta. Háganles sentir en su casa, cómo se comportarían ustedes en casa
ajena cuando van de visita.
Por
ese domingo o cuota semanal o mensual, edúquenlos en la cultura de la
correspondencia y el agradecimiento. Que los sábados o domingos laven el carro,
ayuden a limpiar la casa, NO SU CUARTO, esa debe ser obligación de siempre sin
pago de por medio. Háganles la costumbre de limpiar sus zapatos, de que paguen
simbólicamente, por todo lo que gratuitamente reciben, implántenles la
ideología de ameritar una especie de beca escolar que ustedes pagan, y
por la que ellos no pagan ni un centavo, eso puede generar una relación en sus
mentes trabajo=bienestar.
Que
entiendan que asistir a la escuela, es un compromiso con la vida, que no es
ningún mérito asistir a ella. De la responsabilidad con que cumplan ese
compromiso, dependerá su calidad de vida futura.
Todos
los niños deben desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar, para que
entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles.
Cuida
lo que ven y ves con ellos en la televisión, y evita caer en el vicio social
llamado telenovelas, los videojuegos violentos, la moda excesiva y toda la
electrónica de la comunicación, que han creado un marco de referencia muy
diferente al que nos tocó. Cuando ocupes corregirlos, aconséjalos, habla con
ellos, no los ofendas, no los reprendas en público. Si lo haces, nunca lo
olvidarán. Nunca te lo perdonarán.
Estamos
comprometidos a revisar los resultados, si fuimos muy permisivos, o
sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en
manos de las empleadas domésticas y en un medio ambiente cada vez más
deformante.
Ojalá
que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o hacer algo
al respecto. Ya los abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando con sangre la
transición.
Que
cada quien tome lo que la corresponda. Que haga lo que pueda y quiera. Recuerda
que: “para que triunfe el mal, solo se necesita que la gente buena lo permita…”
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